jueves, 30 de abril de 2015

Efecto del Alcohol Sobre la Salud Del Individuo


El consumo indebido de alcohol presenta muchas facetas, entre las que figuran el consumo peligroso, el consumo nocivo y la dependencia. 

Según la Organización Mundial de la Salud, el consumo peligroso es “el que encierra riesgos o conse-cuencias dañinas” de orden físico, mental o social, e implica sobrepasar los límites recomendados por las autoridades sanitarias o establecidos por la ley. 

El consumo nocivo, o abuso, es el que, si bien ya está provocando daños físicos o mentales, no ha conducido todavía a la dependencia. 
Por último, la dependencia es la pérdida del autocontrol que permitía a la persona abstenerse, de modo que las grandes ansias de beber la llevan a hacerlo aunque sufra por ello graves problemas; además, cada vez que intenta romper con el hábito, experimenta el síndrome de abstinencia. Prescindiendo de la edad, sexo o nacionalidad, nadie está libre de los riesgos del consumo peligroso de alcohol.


  
Ahora bien, ¿Qué efecto tiene esta sustancia en el organismo? ¿Qué peligros encierra para la salud si se toma en exceso? ¿Qué niveles de consumo consideran seguros la mayoría de los especialistas? El etanol, compuesto presente en la mayoría de las bebidas alcohólicas, es una neurotoxina o, lo que es lo mismo, una sustancia capaz de deteriorar o destruir el sistema nervioso. De hecho, la borrachera es un tipo de intoxicación. Cuando se consume en grandes cantidades, el etanol puede dejar al bebedor en coma o incluso matarlo. 

Aunque el cuerpo tiene la capacidad de transformar el etanol en sustancias inofensivas, no puede hacerlo de inmediato. Se requiere de una hora para que el cuerpo pueda metabolizar una onza de alcohol. Si en un lapso dado se consume más alcohol de lo que el cuerpo puede procesar, el etanol se acumula en el organismo y comienza a entorpecer notoriamente las funciones del cerebro. 



¿Cómo sucede esto? La presencia de etanol modifica dichas reacciones, pues suprime o potencia la acción de ciertos neurotransmisores, es decir, de las sustancias que transmiten señales entre una neurona y otra. De este modo, altera el flujo de información en el cerebro e impide que este funcione con normalidad. Por ello, la persona que se excede con el alcohol arrastra las palabras, ve borroso, se mueve con torpeza y se desinhibe, manifestando así algunos de los síntomas más comunes de la intoxicación etílica. 

El habla, la visión, la coordinación, el pensamiento y la conducta están ligados a una serie de complejísimas reacciones químicas que tienen lugar en las neuronas, células esenciales del cerebro.
La exposición prolongada al alcohol lleva a que la química cerebral se adapte para contrarrestar el efecto tóxico del etanol y mantener las funciones cerebrales a un nivel normal. Como consecuencia, se produce la tolerancia, situación que implica que la misma cantidad de alcohol tiene menos efectos que antes. 
La dependencia llega cuando el cerebro se acostumbra tanto al alcohol que ya no puede funcionar bien sin él, de modo que el cuerpo lo pide con insistencia; si no lo recibe, el equilibrio químico se desestabiliza por completo y sobrevienen los síntomas de abstinencia, tales como ansiedad, temblores e incluso ataques. 
Además de alterar la química cerebral, el abuso del alcohol puede ocasionar atrofia y destrucción de las células, atentando así contra la propia estructura del cerebro. 


El hígado desempeña un papel esencial en la metabolización de la comida, la lucha contra las infecciones, la regulación del flujo sanguíneo y la eliminación de sustancias tóxicas, entre ellas el alcohol. Los daños que recibe el hígado por estar expuesto mucho tiempo a esta sustancia se suceden en tres etapas. 
En la primera, la descomposición del etanol hace que las grasas se digieran con mayor lentitud y se acumulen en el hígado, afección que se denomina esteatosis hepática, o hígado graso. 

En la segunda etapa se produce inflamación crónica, o hepatitis. Aunque por sí solo el consumo de alcohol puede causar hepatitis, por lo visto también favorece indirectamente su aparición al mermar la resistencia del organismo a los virus de las hepatitis B y C. 
Si no se pone freno a la inflamación, las células terminan reventando y muriendo. Para colmo de males, se cree que el alcohol activa la apoptosis, proceso natural por el que las células se autodestruyen. La etapa final es la cirrosis. El círculo vi¬cioso de inflamación continua y destrucción celular deja cicatrices irreversibles. El hígado pierde su esponjosidad y se apelmaza. Finalmente, las cicatrices impiden el flujo normal de la sangre, lo que desencadena una insuficiencia hepática y la muerte. 
El alcohol ataca gradualmente al hígado desde otro ángulo: merma su capacidad de contrarrestar los efectos de los agentes cancerígenos. 

¿Qué puede producir el alcohol?

Cerebro: Pérdida de células y memoria; depresión y conducta agresiva. 
Problemas con la visión, el habla y la coordinación.
Cáncer de garganta, boca, mama e hígado.
Corazón: Debilitamiento de los músculos, insuficiencia cardiac. 
Hígado:Sucesivamente acumula grasa, se inflama y se llena de cicatrices (cirrosis) 
Otros riesgos: Deficiencias inmunitarias, in¬flamación del páncreas y úlceras. 
Embarazadas: Riesgo de tener niño deformes o retrasados 

Equivalencias de las diferentes bebidas:

Estas bebidas contienen aproximadamente el mismo alcohol. Una botella de cerveza regular (330 ml con 5% de alcohol). Un vaso pequeño de bebidas destiladas (Whisky, Ginebra, Vodka) (40 ml con 40% de alcohol). Una copa o vaso de vino (140 ml con 12% de alcohol). Una copita de licor (70 ml con 25% de alcohol. 
Detengámonos por un momento a meditar todas estas consecuencias de ese lubricante social que es el alcohol y si después de conocer todo el daño que produce decidimos seguir bebiendo “salud”……..
Para más detalles del efecto del alcohol en la salud del individuo, por favor visite SaludyComunidad.
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